jueves, 26 de abril de 2007

Caminando por una calle céntrica de Tampico me encontré con una amiga. Entramos al Super cream y ocupamos una mesa donde habían dejado dos rebanadas de pastel casi intactas. Sin chistar nos las apropiamos y tras pedir café hablamos amenamente de las cosas que habían pasado en estos años sin vernos.

domingo, 22 de abril de 2007

Era una rara presentación de un libro de un autor que no conozco. Esperábamos a que llegara más gente. Estaba arriba y abajo con mis niños cuando vi que llegaron varios conocidos de Alamo.
Al instante siguiente estaba durmiendo en un autobús, y la incipiente luz del día se asomaba en las ventanillas. Luego de una noche de viaje llegábamos a nuestro destino: Río de Janeiro. Viajamos varias compañeras con sus respectivas familias. ¿Motivos?, entre ellos el de la presentación del libro, pero sobre todo el puro placer de viajar. Nos maravillábamos de estar juntos en ese rincón del mundo. Podíamos sentir la brisa del mar. Lástima que el problema que nos enclaustró horas en la terminal sería de orden administrativo. No podíamos creer que estuviéramos perdiendo el tiempo de esa manera, cuando el mar nos estaba abriendo sus brazos a unos cuantos pasos y mero enfrente estaban presentando el libro de un autor desconocido.

sábado, 14 de abril de 2007

Sueño del 14 de abril de 2007, por la tarde


Me estaba cambiando en el cuarto -de otra casa que alquilábamos-, cuando alguien removió la esquina del techo, losa que se volvía lámina, y quedé expuesta a los ojos de unos niños. No hice nada. Ellos bajaron rápido la escalera. Más tarde me asomé a ver la casa de los vecinos. Era hermosa: amplia, de un nivel, con escalinatas y un extenso patio. La pareja y sus hijos estaban platicando en las escalinatas; iban de salida. Por cualquier cosa quité la escalera recargada en la casa.

Otro día, iba a la cocina-de la actual casa- y al escuchar un ruido como de sierra, volví sobre mis pasos a la sala. Me aterrorizó ver que efectivamente los dientes afilados de una sierra iban rebanando el piso de la sala, y Adriana estaba en el centro; la tomé en brazos y corrí hacia la cocina. La sierra se detuvo de pronto. Se abrió la puerta, y se asomó el vecino, un hombre maduro y guapo, que esbozó una sonrisa parecida a la de Luis Miguel. Atónita, escuché que me daba las buenas tardes y antes de que dijera otra cosa, lo interrumpí con furia contenida, preguntándole qué diablos estaba haciendo. Le dije que poner en peligro nuestras vidas e irrumpir en la intimidad, eran motivos suficientes para denunciarlo. En eso, entró su mujer. Una rubia cuya sonrisa también se deshizo al percibir el tenso ambiente. Parecían no comprender nada. Yo tampoco.

He estado pasando a word los sueños de 2020, como los tengo anotados en tableta, hojas sueltas y en cuadernos regados, tras estos meses de e...