Podía olerse el peligro. Mi familia (gente desconocida)y yo estábamos en el cuarto de Xalapa. Sabíamos que el asesino era un hombre alto y fornido, y que se acompañaba de un niño como de unos 7 u 8 años. Ese niño era de nuestra familia, pero había algo en él indefinible que daba temor. Por eso, cuando vimos que el niño entró a la casa, mi tía, que tenía azúcar, se quedó ciega de la impresión. Fui a prevenir a mis primos, y éstos con estupefacción vieron que entraba el niño como si nada hubiere pasado. En el patio trasero, una imagen fugaz del hombre alto, y sangre en el piso.
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