Bajé de un taxi en una cuadra cercana al centro de no sé qué ciudad; quizá Tampico. En la esquina vi al señor M., de Xalapa. Me acerqué a saludarlo y me enseñó un curso de inglés que llevaba de regalo a sus hijos. Eran discos de 33 revoluciones. Me guardé de decirle que por qué había comprado eso en lugar de discos compactos; se veía tan contento por su compra, hasta me invitó a comer a su casa, cerca de ahí, y presentarme a su familia. No pude negarme. Cuál sería mi sorpresa cuando al abrirnos la puerta su esposa invitándome a pasar, vi su atuendo y peinado retro acorde a todos los objetos de la sala, entre ellos una consola nueva. Mientras los niños abrían el paquete del curso, pensé que o bien esa familia rechazaba tajantemente la nueva tecnología prefiriendo vivir como en décadas pasadas o estaban viviendo el presente de una época donde yo había llegado por error o desfase. Y me contemplé en ese extraño ambiente sintiendo vértigo.
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