Estoy con mi familia, y de repente tocan a la puerta estrepitosamente. Con enojo, me asomo por la ventana. J. hablaba con policías. Que desalojemos la casa de inmediato es la orden, pero los vecinos ya habían sido avisados y nosotros no estabámos preparados. Desesperada, busqué una bolsa para llevar lo necesario (imagen de jugo de tomate para llevar). Fuimos a otro punto de la ciudad, que era también una colonia popular. Teníamos que cuidarnos de las pandillas. No había orden ya, cada quien se defendía como podía. Había guerra. Ninguna bomba. Sólo disparos. La gente hacinada en reservas, mientras que los adinerados permanecían en sus casas como si nada. Vi a ciertos sujetos celebrando en un coctel. Me dieron náuseas. Una joven quería pasar por una calle, se detuvo al ver pandilleros, otro joven pasó pero le quitaron su ropa; finalmente los vagos jugaron con ellos.
Entramos al salón de Banderas del Palacio.Nos iban a atender. Nos llamó la atención una tele de pantalla plana y grande, pero ya viejita, de esas que habían sacado al mercado hacía diez años, en el 2009.