A mediodía dos equipos de voli nos encontrábamos a la vuelta de un gimnasio. Nuestro entrenador, J, nos dijo a una compañera y a mí que jugáramos con el otro equipo; sentimos malestar, pues nos dejaban de lado. Finalmente, nos unimos a éste. Era de noche cuando nos adentramos a una especie de institución cristiana. En uno de sus tantos cuartos un hombre exorcisaba, casi me tropiezo con éste. No nos dijeron nada por andar curioseando y recorrimos otro donde ofrecían hostias. En uno había parroquianos. Me senté a la barra y miré a mi alrededor. Una mujer de vestir bohemio cantaba. Cuando al terminar, a mi vez quise también cantar, adivinándolo ella se adelantó a cantar otra sin que los demás lo notaran. Salimos de ahí y nos apeamos del autobús. Me tocó sentarme a lado de Angelina Jolie. Sus rasgos armónicos podían llenarle a uno los ojos. Platicamos durante el viaje y le dije que en verdad era hermosa por fuera, pero no sabía si por dentro. Ella sólo sonrió. Cuando nos bajamos del autobús dijo que en su próxima película saldría en traje de baño e iba a ceñirse la cintura con un cinto y me mostró cómo. Sólo sonreí. Una pareja nos salió al paso y quisieron meternos a la fuerza a un camión pero logramos escaparnos. Una joven de serio semblante no tuvo tanta suerte, le hicieron daño y escaparon. Nos refugiamos en un hotel donde llegó Tom Selleck, como en sus mejores tiempos. Era uno de los policías que había acudido a protegernos, pero cargaba una santa flojera que no podía con ella. Le gritamos que en el patio del hotel estaba el delincuente, y antes de que Tom pudiese reaccionar el otro ya estaba disparándonos. Nos lanzamos hacia uno de los cuartos mientras Tom lo enfrentaba con su magnum.
jueves, 31 de mayo de 2007
miércoles, 23 de mayo de 2007
*En el traspatio de la casa en Alamo- sin bardas ni límites como ahora-, platicábamos Delia y yo bajo la sombra del almendro. Ella estaba acomodando una mesita de madera, entre otras cosas. Se quejó de que alguien había puesto unas bolsas de basura precisamente donde quería colocar la mesita. Le dije que ahí había sido normalmente un montículo de basura. Entonces la acomodó en otro lugar. Miré en torno nuestro, ahí estaba el tronco rugoso del almendro, más allá, acompañándolo, el zapote, el guanábano, y le dije a Delia , mientras veía a Bita venir en dirección nuestra, que en ese patio había transcurrido parte de mi infancia, "éste es mi lugar de juegos". Algo dijo Delia que ya no entendí porque me preocupó ver la expresión sombría de Bita, me despedí de ella y acompañé a Bita a su casa que está a unos cuantos pasos. Las dos puertas y ventanas estaban abiertas y había personas adentro pero no supe quiénes eran; luego caminamos hacia el aguacate. "Mis papás ya no se aman", dijo Bita. Le dije que de eso ya me había dado cuenta; iba a decirle otras cosas pero nos interrumpió una tía que le preguntó a Bita qué se iba a comprar para la comida, fue ahí que vi a mi mamá platicando con Gelos y Julia en el portón, me les acerqué. Alguien dijo que a Clemente l0 habían asaltado nuevamente, cien mil pesos y ahora en su casa. Me aventuré a decirle a mi mamá que ya se lo traían de encargo, que debía tratarse de los mismos delincuentes. Sí, dijo mi mamá, y bajando el volumen de su voz, nos contó algo que nos provocó escalofríos, esta vez habían amenazado a Clemente con quitarle algunos hilitos negros: sus nervios.
*Conversaba con Malena en un patio -que parecía como el del Colegio Progreso, donde estaba el gallinero-; mirábamos el extenso terreno adjunto. Ella me decía que muy pronto en éste construiría su casa.
*Una joven como de unos 17,18 años, en un vestido negro de baile que se ajustaba perfectamente a su figura delgada y armónica, hacía ejercicios de calentamiento junto con sus compañeros que vestían trajes de colores brillantes, y se preparaba para ejecutar algo. Uno de sus compañeros dijo que la paga por la compañía era buena y lo decía casi casi como si fueran juguetes. ¿Lo eran?
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