A mediodía dos equipos de voli nos encontrábamos a la vuelta de un gimnasio. Nuestro entrenador, J, nos dijo a una compañera y a mí que jugáramos con el otro equipo; sentimos malestar, pues nos dejaban de lado. Finalmente, nos unimos a éste. Era de noche cuando nos adentramos a una especie de institución cristiana. En uno de sus tantos cuartos un hombre exorcisaba, casi me tropiezo con éste. No nos dijeron nada por andar curioseando y recorrimos otro donde ofrecían hostias. En uno había parroquianos. Me senté a la barra y miré a mi alrededor. Una mujer de vestir bohemio cantaba. Cuando al terminar, a mi vez quise también cantar, adivinándolo ella se adelantó a cantar otra sin que los demás lo notaran. Salimos de ahí y nos apeamos del autobús. Me tocó sentarme a lado de Angelina Jolie. Sus rasgos armónicos podían llenarle a uno los ojos. Platicamos durante el viaje y le dije que en verdad era hermosa por fuera, pero no sabía si por dentro. Ella sólo sonrió. Cuando nos bajamos del autobús dijo que en su próxima película saldría en traje de baño e iba a ceñirse la cintura con un cinto y me mostró cómo. Sólo sonreí. Una pareja nos salió al paso y quisieron meternos a la fuerza a un camión pero logramos escaparnos. Una joven de serio semblante no tuvo tanta suerte, le hicieron daño y escaparon. Nos refugiamos en un hotel donde llegó Tom Selleck, como en sus mejores tiempos. Era uno de los policías que había acudido a protegernos, pero cargaba una santa flojera que no podía con ella. Le gritamos que en el patio del hotel estaba el delincuente, y antes de que Tom pudiese reaccionar el otro ya estaba disparándonos. Nos lanzamos hacia uno de los cuartos mientras Tom lo enfrentaba con su magnum.
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