En el cuarto de la casa de Tampico. Está casi despejado: solo el ropero y una mesita. Me miro en la luna. Tengo todavía la amarga sensación de una derrota, pero al mismo tiempo me alegro por mi hermana, quien entra en ese momento irradiando contento por sus proyectos logrados, clases, deporte ( me dice que está entrenando a un equipo de basket, y la imagen de una cancha con los jugadores en plena práctica me emociona) teatro...
Luego nos encontramos en el departamento de enfrente; Carmen nos acompaña. Algo nos queda claro, y es que ante la amenaza de inundación tenemos que adquirir víveresNo recuerdo cómo de pronto estamos en la camioneta de un muchacho. Él es atractivo, pero hay algo que no me late, y es que es, ¿vanidoso?, ¿engreído?, en el camino intento descifrarlo. Vira la camioneta y se mete en un gran salón botanero. Baja sin mirarnos, y se dirige a la barra pavoneando su guapura ante los hombres del lugar; es una lástima, me digo.