En un restaurante, de pronto él entra acompañado con otros señores. Me sorprende verlo, ¡tantos años han pasado! Aun con kilos de más y rasgos algo endurecidos, sigue siendo atractivo. Para bien o para mal yo he cambiado también. Pasan por mi mesa; él me ve y saluda fríamente, y ocupa con sus acompañantes una mesa en el otro extremo. Es frustrante estar ahí sentada, bajo el mismo techo, cuando pasado y presente se contienen en una misma ola de emociones, que arriba en una playa distinta a la de él.
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