Solos, en la casa de Tampico, a mediodía: Nicholson y yo. No era el Jack de El Resplandor, ni el de Los Infiltrados, sino más bien el de Mejor...imposible. Y entre plática, risas y su muy conocido arqueo de cejas, no sé cómo acabamos haciendo el amor en plena sala.
Me reservo los detalles; como hubiese dicho un conocido, "Eso queda en el disco duro". Pero como en las películas suele suceder, precisamente en el mejor de los momentos, tocaron a la puerta. Era Carmen, mi cuñada, y hasta ahí terminó el encanto.
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