De repente, la oferta de jugar en un equipo de voli. Permanezco mientras en el cuarto de hotel; el juego es a las 11, aún hay tiempo. En la casa de mi mamá, está una hermana de Carmen. En la parte trasera de los cuartos hay un patio y arboleda. En el cuarto vecino hay jugadores también, y cuando abro la puerta me topo con la mirada de uno de ellos. No sé con qué ropa vamos a jugar si no tenemos uniforme. Ando en camiseta blanca y short color guinda. Me miro al espejo y veo que he bajado kilos; soy más baja de estatura. Llegan muchachas a mi cuarto, y entre su algarabía, me apuro porque casi son las once. Ando buscando la cancha, y luego me encuentro por los alrededores del Macuiltepetl, en una instalación amplia de cuartos, los recorro y veo alumnos universitarios esperando a sus maestros, en unos ya han llegado y se disponen a dar la clase. Entre las mesas de los maestros sólo hay delgadas paredes de madera; no hay privacidad. Me llama la atención que unos grupos estén a la vista; unos alumnos de música están ensayando con su maestro, y ellos como si nada. Me dan ganas de tomar un curso, son en fin de semana. Pero ya estoy en uno, unas compañeras de grupo me alcanzan, ya es hora de salida, y nos dirigimos a tomar transporte.En el camión, I. parodia la manera de hablar de los catedráticos de filosofía.
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