sábado, 11 de julio de 2020

Sueño del 25 de agosto de 2015.

De vacaciones en casa de mamá. Ale quería ver una película en una pantalla grande, pero algo no funcionó. Arreglé mis cosas, luego me acerqué a Adri -quien era más chica- y le pregunté si no quería comer algo antes de irnos, había un platón con carnes y chicharrón. Me dijo que sí.

A un día de finalizar las vacaciones salí con un muchacho (¿señor?, no, no lo creo, los dos éramos jóvenes). Éste era alto, moreno y guapo, quizá de una belleza como la de Javier, algo así. Anduvimos en un mercado y vi que X -una compañera de trabajo- preguntó en un local el precio de vinos y la dependienta le habló sobre el sabor de vinos y explicó con gusto el proceso de preparación. Luego seguimos nuestro camino y de repente una muchacha de un negocio gritó con efusión el nombre de mi acompañante (no recuerdo su nombre). Yo seguí caminando lento, mientras él se rezagó unos instantes para saludar a la muchacha. Luego nos sentamos en una banqueta y el bromeó de que iba a sacar unos almanaques desnudo, como no se me daba bromear le dije que le compraría uno. Él se me quedó mirando serio, pero después rió y trató (por qué motivo lo hacía, no sé) de ser amable conmigo. Había playa más allá, pero antes vimos a Mandela en una calle sucia y cómo empezó a barrer con una escoba, y dije que una voluntad basta para empujar la acción y comenzar a barrer la calle, que era la calle empolvada de la Iglesia (¿la del Naranjal?).


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