Sueño del miércoles 10 de febrero de 2016.
Una señora vendía dulces a unos
pasos de Chedrahui en la calle Lucio, en Xalapa. Le estaba comprando algo
cuando ella comenzó a sangrar de la boca y me dijo que quizá había sido que
durante muchos años comió vidrio molido en uno de sus productos, esto sin
querer.
Habíamos ido a un encuentro
deportivo en autobús. Quedamos en reunirnos luego de dejar los equipajes en el
hotel, en la cancha de juego para la inauguración. Yo anduve vagando, había una
estancia en donde E, la secretaria, me dijo que la aportación diaria era de 25
pesos. Se había acumulado y quería entregar lo mío. La repartición de cuartos
no fue adecuada porque unos muchachos entraron a los nuestros. Me fui al
encuentro sin nada más que el uniforme, playera y short, los accesorios, como
rodilleras, no los llevaba conmigo.
Éramos 2 equipos universitarios.
Había un autobús para nosotros. Lo esperamos en la esquina de Arteli, en la
Avenida Hidalgo, en Tampico. Me tocó uno de los asientos de enfrente. Canté la
canción de Mimí, Finge que no…. Más
adelante me horrorizó ver cómo una moto atropelló a un agente de tránsito,
arrancándole un pedazo de pierna.
Malena y yo entramos a un
edificio raro y en ruinas y estuvimos en la cima. Ella había leído previamente
sobre el ese lugar. Así que me fui enterando que se trataba del recinto de una
diosa o sacerdotisa, Malena me pidió silencio y manejó bien la situación, pedimos
irnos de ahí sin daño alguno.
En una tienda quise compré algo
pero no me alcanzaba el dinero y el joven me hablaba en dólares. Entonces
alguien pagó mi cuenta, era un hombre. Sonó el teléfono y el joven me pasó la llamada.
Era él. Escuché su voz y le agradecí el detalle y me extendí contándole sobre
mi papá y algunos de sus buenos actos que cuando le hablé ya no sonaba nadie al
otro lado, creo que él no había colgado.
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